martes, 3 de septiembre de 2013

ROMPER LA BRECHA (GISXXI)

GISXXI


Posted: 01 Sep 2013 04:02 AM PDT
El resultado de las actividades económicas que se reflejan en dinero como producto neto en la cuenta general de un país, son el resultado de los salarios pagados a los trabajadores/as y las ganancias obtenidas por los capitalistas.
El salario es el pago por el gasto para la supervivencia de los/as trabajadores/as, el cual  nunca alcanzará a copar el total del producto, porque otra parte va para los capitalistas, que consumen algo de lo que reciben, pues el resto lo disponen para invertirlo o ahorrarlo, lo que es su acumulación.
De lo que reinviertan o ahorren los capitalistas y de los ingresos y consumo de los asalariados, depende el ciclo económico. Cuando la situación es friccional o transitoria se presentan situaciones de crisis, con regularidad y frecuencia. Frente a estas circunstancias, las intervenciones y las políticas de los Estados son esenciales.
Estos ciclos, con el desarrollo del capitalismo, se han vuelto más dependientes de los lazos globalizados de las economías. Si bien existen crisis cíclicas de pequeña o mediana escala, existen otras de carácter estructural, como la que se vive en Estados Unidos y Europa que llevan a la miseria y sub consumo a grandes masas de población, a la destrucción de buena parte de los productos del trabajo humano manifiestos en medios de producción y a la concentración aún mayor de los capitales, eliminando la competencia y arruinando a otros capitalistas.
El destino del producto
El ingreso de los asalariados y de los  capitalistas que gastan en consumo (puede ser personal, así como de medios de producción), se convierte en la dinámica que requiere ser satisfecha con la oferta de bienes y servicios, que debe ser creciente, de acuerdo con el incremento de la demanda y acorde con sus transformaciones y exigencias.
Si los capitalistas, detienen su inversión o la dirigen al ahorro y/o la especulación, causan  una brecha que se manifiesta en la baja de los requerimientos del ciclo y que lleva a las crisis. Esto afecta, en primer lugar a los asalariados que ven restringidos sus ingresos, o son despedidos de sus trabajos e ingresan a ese ejército de reserva de desempleados o desechados por la burguesía; y a los mismos capitalistas, sobre todo a los pequeños y medianos, que no pueden sostenerse ante la pérdida de demanda y que no pueden competir con la concentración y centralización de capitales de los más poderosos.
Los capitalistas pueden aumentar o disminuir su inversión por diversos factores y razones. La principal de ella, para los más pequeños y poco competitivos, en especial en el caso del actual dominio de las multinacionales y los más poderosos grupos económicos, por las altas inversiones que implica emprender procesos con tecnologías de punta, y con el control implícito por medio de privilegios de propiedad de las marcas, las patentes y las normas. En segundo lugar porque las grandes empresas y consorcios están comprometidas con el capital financiero (bancos, aseguradoras, etc.) y controlan las cadenas completas desde las materias primas hasta  la  producción y la distribución.
Con la globalización neoliberal desde las estrategias imperiales en defensa de las grandes multinacionales, se promovió la apertura de fronteras para el comercio, de tal manera que no se permitiera ninguna protección  a los procesos productivos internos de los países. Con una sola planta regional, que se instala en lugares a dónde sea mínima la exigencia de los trabajadores/as y esté flexibilizada totalmente su contratación, se satisface la demanda.
Venezuela, ¿una isla?
Por un atributo natural y una condición necesaria para el desarrollo del capitalismo, Venezuela, por poseer la fuente energética de mayor demanda bajo su subsuelo, recibe una parte de la ganancia del capitalismo mundial, como renta petrolera. Ésta, durante la historia, benefició especialmente a las empresas multinacionales que lo extraían y comercializaban, en menor medida a algunos grupos reducidos de venezolanos y venezolanas que se apropiaban de gran parte de esa renta y una minúscula proporción era utilizada por el Estado y sus gobiernos para su sostenimiento e inversión pública.
Con el dinero de la renta, Venezuela compraba la mayor parte de lo que  consumía, teniendo en cuenta que las grandes mayorías recibían solo migajas de ello.
Sólo unas pocas actividades productivas se emprendieron internamente para satisfacer las necesidades de la población, pero, como lo dice Antonio Francés, “se sospecha que las empresas son una forma disfrazada de aprovechamiento de la cosa pública …La empresa nacional, privada y pública, disfrutó de grandes oportunidades, sobre todo a partir de 1958,  cuando el Estado adoptó una política activa para su  promoción y protección”.
La renta, entonces se utilizó en beneficio de unos pocos, y en la práctica, como lo manifestara Uslar Pietri, muy poco sembró de actividad económica autónoma y poco dependiente. La actividad productiva, además, con las nuevas tendencias globalizadoras y neoliberales, en la década de los 80 del siglo pasado, se fue desmantelando. Muchos de los empresarios y burgueses prefirieron sacar sus “reales” del país, en una actitud bastante “patriótica”, los grupos que quedaron, también buscaron ampliar sus empresas en el exterior, hacer alianzas con los capitales internacionales o dedicarse, por vía de la continuidad de sus privilegios, a crear empresas de maletín en paraísos fiscales y otras prácticas, a la importación y comercialización con visos de especulación, al capital financiero y/o, en su momento, a la propiedad inmobiliaria.
Esa situación fue haciendo de la sociedad venezolana  una especie de isla en el contexto del capitalismo mundial, ya que la fuente de sus inversiones, comercio exterior y mantenimiento del Estado dependía de la fluctuación de los precios de los hidrocarburos y del manejo de los recursos por ellos generados. Sin embargo, lo que parecía una excepción era la muestra más clara del engranaje del país a los intereses del capital globalizado.
¿Excluidos de la crisis?
El peso de las divisas por exportación de hidrocarburos sigue siendo primordial y las divisas por ello generadas son el sostén de las importaciones y de buena parte del proceso económico. Los precios del petróleo están determinados por la producción mundial, las reservas y la situación de demanda, así como por factores como la geopolítica; de otra parte, la dependencia del aparato productivo nacional de las divisas y de tecnologías y materias primas, así como los bienes y servicios importados, entre ellos productos básicos como alimentos y medicinas, hacen que la economía venezolana sea extremadamente dependiente de los sucesos de la economía mundial y hacen de Venezuela un país que vive las circunstancias del capitalismo globalizado y dependa de sus crisis.
Sin embargo, el proceso revolucionario y la intervención del Estado y del gobierno bolivariano, durante los últimos 14 años, logró desconectar, en alguna medida, buena parte de la dependencia de factores como el capital financiero globalizado o de las políticas imperialistas de control de recursos y materias primas. Lo que ha permitido, evitar los traumatismos más graves de las crisis friccionales y periódicas.
El gobierno bolivariano, a través de la inversión social, el impulso al consumo de grandes sectores de población y en alguna parte de la inversión productiva; de las alianzas con países de la región con criterio bolivariano (el Alba) y con otros de la mutipolaridad (China, Rusia, Irán, Bielorusia),  logró capear crisis como la posterior al golpe de Estado de 2002, el sabotaje y Lockout patronal de 2002-2003 y la caída de los precios del petróleo en 2008-2009.
Los vientos que soplan
Las crisis friccionales y transitorias se deben a esas brechas de demanda que pueden eludirse o evitar sus consecuencias tendenciales, gracias a las intervenciones del Estado, como en el caso venezolano, siempre y cuando se avance en una economía más socializada, incluyente y autónoma.
Como se ha visto en nuestro país, la mayoría de los sectores del capital se han dedicado a usufructuar los beneficios del rentismo sin colocar nada a cambio, haciendo de sus capitales fuente de especulación, esperando los momentos de mejores vientos para garantizar e incrementar sus ganancias, aumentando la brecha entre demanda e inversión. Haciendo también de esto forma de presión política y de conspiración constante contra el proceso bolivariano.
Los capitales corporativos y de multinacionales como las farmacéuticas, las de alimentos y agroquímicos, también, a la sombra de las necesidades del pueblo venezolano, han acechado para llevarse buena parte de las divisas nacionales, sin transferirle nada a cambio al proceso productivo, más bien generando carencias y dependencias.
El Estado Bolivariano tiene que superar la situación de la que venimos, pues siendo el receptor de las divisas generadas por la renta, debe ser en sí mismo su administrador y resolver, como lo promueve y establece el Plan de la Patria, la reconstrucción y generación de una economía productiva que contribuya a la solución de las necesidades sentidas del pueblo venezolano, así como reivindicar y fortalecer nuevas relaciones de producción y de socialidad.
La base de la inclusión, la igualdad y la paz estriba en una economía sustentada sobre el trabajo y la propiedad social, no sobre el interés privado e individualista del capitalismo.
Gustavo Gaviria
Director Línea de Investigación
Modelo productivo.
@GISXXI

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