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Posted: 01 Sep 2013 04:02 AM PDT
El
resultado de las actividades económicas que se reflejan en dinero como
producto neto en la cuenta general de un país, son el resultado de los
salarios pagados a los trabajadores/as y las ganancias obtenidas por los
capitalistas.
El salario es el pago por el
gasto para la supervivencia de los/as trabajadores/as, el cual nunca
alcanzará a copar el total del producto, porque otra parte va para los
capitalistas, que consumen algo de lo que reciben, pues el resto lo
disponen para invertirlo o ahorrarlo, lo que es su acumulación.
De lo que reinviertan o ahorren
los capitalistas y de los ingresos y consumo de los asalariados, depende
el ciclo económico. Cuando la situación es friccional o transitoria se
presentan situaciones de crisis, con regularidad y frecuencia. Frente a
estas circunstancias, las intervenciones y las políticas de los Estados
son esenciales.
Estos ciclos, con el desarrollo
del capitalismo, se han vuelto más dependientes de los lazos
globalizados de las economías. Si bien existen crisis cíclicas de
pequeña o mediana escala, existen otras de carácter estructural, como la
que se vive en Estados Unidos y Europa que llevan a la miseria y sub
consumo a grandes masas de población, a la destrucción de buena parte de
los productos del trabajo humano manifiestos en medios de producción y a
la concentración aún mayor de los capitales, eliminando la competencia y
arruinando a otros capitalistas.
El destino del producto
El ingreso de los asalariados y de los capitalistas que gastan en
consumo (puede ser personal, así como de medios de producción), se
convierte en la dinámica que requiere ser satisfecha con la oferta de
bienes y servicios, que debe ser creciente, de acuerdo con el incremento
de la demanda y acorde con sus transformaciones y exigencias.
Si los capitalistas, detienen su inversión o la dirigen al ahorro y/o
la especulación, causan una brecha que se manifiesta en la baja de los
requerimientos del ciclo y que lleva a las crisis. Esto afecta, en
primer lugar a los asalariados que ven restringidos sus ingresos, o son
despedidos de sus trabajos e ingresan a ese ejército de reserva de
desempleados o desechados por la burguesía; y a los mismos capitalistas,
sobre todo a los pequeños y medianos, que no pueden sostenerse ante la
pérdida de demanda y que no pueden competir con la concentración y
centralización de capitales de los más poderosos.
Los capitalistas pueden aumentar o disminuir su inversión por
diversos factores y razones. La principal de ella, para los más pequeños
y poco competitivos, en especial en el caso del actual dominio de las
multinacionales y los más poderosos grupos económicos, por las altas
inversiones que implica emprender procesos con tecnologías de punta, y
con el control implícito por medio de privilegios de propiedad de las
marcas, las patentes y las normas. En segundo lugar porque las grandes
empresas y consorcios están comprometidas con el capital financiero
(bancos, aseguradoras, etc.) y controlan las cadenas completas desde las
materias primas hasta la producción y la distribución.
Con la globalización neoliberal desde las estrategias imperiales en
defensa de las grandes multinacionales, se promovió la apertura de
fronteras para el comercio, de tal manera que no se permitiera ninguna
protección a los procesos productivos internos de los países. Con una
sola planta regional, que se instala en lugares a dónde sea mínima la
exigencia de los trabajadores/as y esté flexibilizada totalmente su
contratación, se satisface la demanda.
Venezuela, ¿una isla?
Por un atributo natural y una condición necesaria para el desarrollo
del capitalismo, Venezuela, por poseer la fuente energética de mayor
demanda bajo su subsuelo, recibe una parte de la ganancia del
capitalismo mundial, como renta petrolera. Ésta, durante la historia,
benefició especialmente a las empresas multinacionales que lo extraían y
comercializaban, en menor medida a algunos grupos reducidos de
venezolanos y venezolanas que se apropiaban de gran parte de esa renta y
una minúscula proporción era utilizada por el Estado y sus gobiernos
para su sostenimiento e inversión pública.
Con el dinero de la renta, Venezuela compraba la mayor parte de lo
que consumía, teniendo en cuenta que las grandes mayorías recibían solo
migajas de ello.
Sólo unas pocas actividades productivas se emprendieron internamente
para satisfacer las necesidades de la población, pero, como lo dice
Antonio Francés, “se sospecha que las empresas son una forma disfrazada
de aprovechamiento de la cosa pública …La empresa nacional, privada y
pública, disfrutó de grandes oportunidades, sobre todo a partir de
1958, cuando el Estado adoptó una política activa para su promoción y
protección”.
La renta, entonces se utilizó en
beneficio de unos pocos, y en la práctica, como lo manifestara Uslar
Pietri, muy poco sembró de actividad económica autónoma y poco
dependiente. La actividad productiva, además, con las nuevas tendencias
globalizadoras y neoliberales, en la década de los 80 del siglo pasado,
se fue desmantelando. Muchos de los empresarios y burgueses prefirieron
sacar sus “reales” del país, en una actitud bastante “patriótica”, los
grupos que quedaron, también buscaron ampliar sus empresas en el
exterior, hacer alianzas con los capitales internacionales o dedicarse,
por vía de la continuidad de sus privilegios, a crear empresas de
maletín en paraísos fiscales y otras prácticas, a la importación y
comercialización con visos de especulación, al capital financiero y/o,
en su momento, a la propiedad inmobiliaria.
Esa situación fue haciendo de la
sociedad venezolana una especie de isla en el contexto del capitalismo
mundial, ya que la fuente de sus inversiones, comercio exterior y
mantenimiento del Estado dependía de la fluctuación de los precios de
los hidrocarburos y del manejo de los recursos por ellos generados. Sin
embargo, lo que parecía una excepción era la muestra más clara del
engranaje del país a los intereses del capital globalizado.
¿Excluidos de la crisis?
El peso de las divisas por
exportación de hidrocarburos sigue siendo primordial y las divisas por
ello generadas son el sostén de las importaciones y de buena parte del
proceso económico. Los precios del petróleo están determinados por la
producción mundial, las reservas y la situación de demanda, así como por
factores como la geopolítica; de otra parte, la dependencia del aparato
productivo nacional de las divisas y de tecnologías y materias primas,
así como los bienes y servicios importados, entre ellos productos
básicos como alimentos y medicinas, hacen que la economía venezolana sea
extremadamente dependiente de los sucesos de la economía mundial y
hacen de Venezuela un país que vive las circunstancias del capitalismo
globalizado y dependa de sus crisis.
Sin embargo, el proceso
revolucionario y la intervención del Estado y del gobierno bolivariano,
durante los últimos 14 años, logró desconectar, en alguna medida, buena
parte de la dependencia de factores como el capital financiero
globalizado o de las políticas imperialistas de control de recursos y
materias primas. Lo que ha permitido, evitar los traumatismos más graves
de las crisis friccionales y periódicas.
El gobierno bolivariano, a través
de la inversión social, el impulso al consumo de grandes sectores de
población y en alguna parte de la inversión productiva; de las alianzas
con países de la región con criterio bolivariano (el Alba) y con otros
de la mutipolaridad (China, Rusia, Irán, Bielorusia), logró capear
crisis como la posterior al golpe de Estado de 2002, el sabotaje y
Lockout patronal de 2002-2003 y la caída de los precios del petróleo en
2008-2009.
Los vientos que soplan
Las crisis friccionales y
transitorias se deben a esas brechas de demanda que pueden eludirse o
evitar sus consecuencias tendenciales, gracias a las intervenciones del
Estado, como en el caso venezolano, siempre y cuando se avance en una
economía más socializada, incluyente y autónoma.
Como se ha visto en nuestro país,
la mayoría de los sectores del capital se han dedicado a usufructuar
los beneficios del rentismo sin colocar nada a cambio, haciendo de sus
capitales fuente de especulación, esperando los momentos de mejores
vientos para garantizar e incrementar sus ganancias, aumentando la
brecha entre demanda e inversión. Haciendo también de esto forma de
presión política y de conspiración constante contra el proceso
bolivariano.
Los capitales corporativos y de
multinacionales como las farmacéuticas, las de alimentos y agroquímicos,
también, a la sombra de las necesidades del pueblo venezolano, han
acechado para llevarse buena parte de las divisas nacionales, sin
transferirle nada a cambio al proceso productivo, más bien generando
carencias y dependencias.
El Estado Bolivariano tiene que
superar la situación de la que venimos, pues siendo el receptor de las
divisas generadas por la renta, debe ser en sí mismo su administrador y
resolver, como lo promueve y establece el Plan de la Patria, la
reconstrucción y generación de una economía productiva que contribuya a
la solución de las necesidades sentidas del pueblo venezolano, así como
reivindicar y fortalecer nuevas relaciones de producción y de
socialidad.
La base de la inclusión, la
igualdad y la paz estriba en una economía sustentada sobre el trabajo y
la propiedad social, no sobre el interés privado e individualista del
capitalismo.
Gustavo Gaviria
Director Línea de Investigación
Modelo productivo.
@GISXXI
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